lunes, 6 de agosto de 2007

9- PERDIDO EN LOS SUEÑOS

LA SED DE AMOR Y HAMBRE DE IMAGINACIÓN
O LA AÑORANZA DEL PADRE


En las dunas de mi desierto particular soplan vientos de inmigración. La sed y el hambre quieren sacar mi alma de mi cuerpo. Los caminantes que me acompañan se pelean por un vaso de imaginación y la situación cada vez se hace más insoportable. Ya nadie quiere caminar, ya no hay animales que se entreguen para alimento y parece que nuestras amigas las plantas se escondieran para que no las veamos.

Me retiré fuera del poblado debajo de un árbol como hacía mi padre y pensé qué es lo que podría hacer. Entonces, mi padre me dijo:

- Lleva a tus hermanos a la llanura de las rocas vivas y yo te iré guiando.

Al día siguiente hice caso y llevé a todos los nómadas a la llanura. Somos cuarenta y tuve que hablar en voz alta:

- Vosotros creéis en mi padre. ¡Pues todo aquel que crea, que alce la mano y la imaginación le dará un pez y un pan! Vuestro padre interior es todo bondad y todos aquellos que le sigan nunca tendrán escasez.

Me interrumpió una chiquilla con una pregunta y la miré a los ojos y mi ser tembló de alegría porque era mi hermana Ana. Pero ella tampoco me reconoció. Su pregunta me sorprendió:

- ¿Por qué nuestro padre nos abandonó?

- Hermana, te recordaré una fábula: Aquella que refiere el día en que un padre muy rico decide repartir sus bienes a sus dos hijos. Uno de ellos era fiel a su padre y se quedó a su lado. Pero el otro sólo pensaba en sí mismo, cogió el dinero y se fue para gastárselo.

El padre esperaba el regreso de su hijo todos los días, pero nunca llegaba. Hasta que un buen día, cuando el hijo se quedó sin dinero y comprendió que sólo tenía a su padre, regresó a la que era su verdadera casa y su hogar. El padre lo acogió con los brazos abiertos y volvieron a ser una familia. ¿Comprendes, Ana?

- Sí -contestó mi hermana.

Pero su respuesta fue para mí como un jarro de agua fría:

- Yo sólo reconozco a mi cuerpo con el cual me baño en las aguas universales.

El grupo se dividió en dos, unos siguieron a mi hermana y otros a mi padre. Comencé el camino. Los que miraban atrás en piedra se convertían y el fuego hizo que mi hermana llegara a encontrarse con mi padre.

Nosotros mirábamos al norte y continuábamos el viaje por la noche de los sueños. Entonces fue cuando uno de los nómadas me dijo que la noche le daba miedo, que no soportaba la oscuridad. Yo con mucho amor, le dije:

- ¿Ves este camino? Pues es el mismo que andas de día. ¿Qué es la oscuridad? Una sombra donde no llega la luz. La noche está para confundir, sólo es algo mental. Sigue caminando porque la luz está en ti.

Andando con cuidado para no tropezar, vi un puente que cruzaba a una isla de palmeras de chocolate. Tanta era nuestra hambre que todos corrimos hacia el puente. De pronto yo me paré y pensé: “A mí no me hace falta endulzar mi vida, yo soy amor.”

Y con un grito advertí a mis hermanos:

- ¡Es una trampa!

Pero la mayoría de ellos, ciegos por el hambre, siguieron corriendo. Cuando estaban en la mitad del puente, de repente se hundió y a seis se llevó el río de los dulces.

Llorando la pérdida continuamos la marcha hacia zonas más húmedas y a lo lejos entre dos montañas vimos unas nubes. Esas nubes de esperanza eran nuestro destino y las dos montañas eran como una señal.

Cuando llegábamos alguien dijo que estaba cansado y descansamos una hora. Meditando llegué a la conclusión de que hay veces que pesan las vidas como si lleváramos el mundo a las espaldas.

Sólo es una idea que, realmente, no es verdadera.

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