lunes, 6 de agosto de 2007

10- PRÓXIMA ESTACIÓN

LA LLEGADA AL PRÓXIMO CAMINO




Después de la pequeña parada continuamos el camino y, entrando entre las dos montañas, la lluvia mojaba y limpiaba nuestro pensamiento de abandono.

Acampamos entre varios árboles y también había un pequeño lago con aguas como un espejo donde teníamos que dejar nuestro reflejo.

Un cambio se estaba produciendo. La madre naturaleza se ponía sus mejores galas de primavera y sus colores estaban pasando a ser como una luz profunda. Las flores salían para saludar, los animales se acercaban más unos a otros y ya no se olían en la distancia. El cielo era una hermosa pantalla donde los pájaros volaban dibujando una bienvenida.

¿Qué era aquello que todos presentíamos? ¿La llegada de qué? Para salir de dudas pregunté a un grillo llamado conciencia que cantaba una canción que decía:

- Tú, que eres la estación
donde yo canto,
con toda mi fuerza
siempre te quiero.

- Grillo, ¿quién llega?

- Una de las cuatro estaciones.

- ¿Cuál de ellas, grillito?

- La renovadora primavera, la que dejó atrás a la muerte para dar paso a la vida.

- Entonces esta es la próxima estación de la esperanza, esa brocha que pinta de color verde todos los corazones y que da agua a este maravilloso vivero que es nuestro planeta de vapor. Veo cómo cambia el paisaje desde la lejanía porque va llegando el tren verde, que con sus alas colorea las montañas, los campos y los prados.

A las mariposas ya se les veían las antenas al salir del capullo de su cuerpo para recibir la primavera y las abejas estaban atareadas en la colmena de la ternura, donde la miel era lo esencial de todo trabajo porque todo se hacía con amor que regalaban en su patas para que su polen fecundara en todos.

Las nubes se fueron y llegó el sol azul. El calor ya no era insoportable e, incluso, los rayos del sol eran cálidos y una caricia de fresco recorría mi rostro.

La noche se cubrió de fuego y todos estábamos alrededor de la hoguera. Comíamos y cantábamos. Ya entrando la madrugada mis hermanos me pidieron que contara alguna historia de nuestro padre. Estas fueron mis palabras:

- Un árbol bueno no puede dar frutos malos. Ni un árbol malo darlos buenos. Todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego. Por sus frutos, pues, los podréis conocer.

No todo aquel que dice “¡Oh padre, padre!” entrará por eso en el Reino de la Luz, sino el que hace la voluntad de mi padre celestial. Ese es el que entrará en el Reino de la Luz.

Por tanto, cualquiera que escucha estas mis instrucciones y las practica será semejante a un hombre cuerdo que fundó su casa sobre piedra y cayeron las lluvias y los ríos salieron de madre y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra la tal casa, mas no fue destruida porque estaba fundada sobre piedra.

Cuando terminé fui consciente de que en esos momentos todos estábamos unidos igual que cuando vivíamos en la casa de nuestro padre.

- Admiramos tu doctrina, hermano Jesús. Buenas noches.

- ¡Hasta luego hermanos, que mañana nos dará los buenos días la primavera!

Y esa noche, todos soñamos con la casa de piedra, donde nuestro sitio está esperando.

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