lunes, 6 de agosto de 2007

5- EL PRINCIPIO

JESÚS HABLA DE LA INICIACIÓN A LOS CAMINOS




El revuelo que la información creó, dejó a todos los seres en un desconcierto. La idea de salir ya estaba patente en cada rincón del universo. Las voces se escuchaban, pero nadie era capaz de dar un paso fuera de la casa.

En el jardín, mi hermana Eva hablaba con Adán. Desde que Eva sabía que detrás de aquella puerta había otro mundo, siempre estaba repitiendo la misma frase:

- Vamos Adán, seamos los primeros.

Pero Adán no estaba seguro, su corazón latía al mismo ritmo que su padre. Pero llegó un momento en que Eva tomó una determinación:

- Pues si tú no vienes, me iré yo.

Para mi hermano Adán eso fue como quedarse sin aire. Eva es su alma gemela y para volar, una gaviota necesita dos alas. Y, entonces, con mucha pena, Adán hizo caso a su hermana Eva y alzó su mano hacia la silueta de aquel imponente manzano. Pero Adán le puso una condición:

- Te acompañaré con la condición de que yo sea el primero en cruzar esa puerta.

Y Eva aceptó:

- De acuerdo, amor.

Ellos fueron los primeros en recorrer el Gran Camino de la Vida. Adán cruzó la puerta y dejó atrás, de golpe, todo lo que fue su niñez. Sin embargo, un trueno se escuchó en lo más profundo de su conciencia. Eva le siguió y ya no se oyeron truenos, sino que la luz se convirtió en rayos que salían de mi padre.

Con el tiempo salió Esteban y con él Ana. Animado por ellos salió Enrique, que fue raudo. Fue a partir de entonces cuando el lucero de mi luz, mi padre, se fue apagando. Ese goteo de sus hijos saliendo se le convirtió en amargas lágrimas que buscaban su reencuentro en el mar.

Más tarde salió Félix. Por cierto que iba muy alegre, como era costumbre en él. Y el palacio se convirtió en un lugar de retiro para el padre. Ya no volvió a ser el mismo. Todavía en estos tiempos está esperando la llegada de cada hijo.

Con pena Juan cruzó la puerta, eso sí, mirando a los ojos de mi padre. Y detrás Lucas haciendo preguntas a la Puerta del Cordón Umbilical y la vida dio a luz a otros dos hijos.

Con fuerza y con los ojos cerrados, paso a paso, salió Valentín. Así, en el espacio de un segundo, flotando como en una boda, salieron por la puerta de la Catedral del Amor, María y José provistos de un mantón blanco y acompañados de una paloma blanca de luz que les guiaba en su camino.

Yo sigo con mi padre fiel a su lámpara. Echaba de menos a todos mis hermanos, pero lo que no podía aguantar era ver sufrir a mi padre por la pérdida de sus hijos.

Un día mi padre me dijo:

- Tú también te irás un día fuera de nuestra casa.

Y yo le contesté:

- No padre, yo no te abandonaré.

- Ya lo sé, Hijo de los Tres Misterios, porque te irás de tu hogar, que es el hogar de tu padre, no para darme la espalda. Jesús, tú saldrás al mundo para enseñar cómo se vuelve a casa a tus hermanos.

- Si esa es tu voluntad, sean tus palabras las mías.

Me habló de los caminos que hay que recorrer, pero esa es otra historia.

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