lunes, 6 de agosto de 2007

3- LA MONTAÑA SAGRADA

JESÚS DESCRIBE LA CASA Y LA MONTAÑA SAGRADA


En la altura de tu conciencia está la Montaña Sagrada. Sentado aquí observo todo a mí alrededor: Este cielo color violeta, sus jardines con todas las plantas de la vida y sus hermosas flores, que cambian de color cuando quieren.

¡Y qué decir de esos animales que viven todos juntos y en armonía! El león juega con un cordero, el águila vuela con la paloma y tus amigos los perros pasean con tus amigos los gatos. Aquí nadie necesita comer, la luz de mi padre nos alimenta. Tampoco nada muere porque el tiempo es una ilusión mental y la mente no es real en la Montaña Sagrada.

El palacio está situado en la cima de la Montaña. Está hecho de una luz tan grande que no hay sombra en el infinito capaz de sobrevivir.

En el centro del palacio hay un trono desde donde mi padre ilumina el universo. Para llegar al trono, antes tienes que pasar por un laberinto del cual todos los hermanos salíamos con sólo pronunciar “Amor de padre”.

La música que los ángeles nos regalaban era una delicia. Llenaba tanto mi luz que las siete notas musicales vibraban de amor.

Aquí siempre estaba despierto, los sueños no tenían significado pues en mi mundo no hay sombra. Mis hermanos y yo siempre estábamos en los jardines. Nuestra mirada era una luz blanca tan profunda que yo podía ver a través de los ojos de todos lo que en el jardín sucedía.

Soy tan feliz que veo con mi imaginación lo que otra vez volverá a hacer de nuevo mi familia, pues todo lo que imagines se cumple, la fuerza es la creatividad. Todo lo que tu imaginación pueda soñar existe. Sí: Hadas, duendes, sirenas, unicornios y todos los seres que el amor de tu corazón creó, son vida en la Montaña.

En el jardín hay un árbol llamado el Árbol de la Vida o árbol sagrado. Nos columpiábamos en sus ramas, que son tan largas que no se ven terminar y sus hojas son de fuego verde. No tiene raíces porque flota en el espacio del cielo universal. A mi padre le gusta sentarse a su pie para crear imágenes de paz. Y la fotosíntesis de nuestro árbol es el amor.

El amor no es una palabra, vive en la Montaña, en esa tierna comprensión de unión del ser divino que somos todos.

Hay un río que eleva sus aguas con las naranjas para formar unas nubes amarillas y la lluvia cae en forma de nieve con los siete colores del arco iris. ¡Era magnífico ver cómo a todos los seres nos coloreaba! ¡Y la cascada de estrellas que cae del cielo al mar era peculiar pues no mojaba y todos flotábamos entre las estrellas como plumas!

Muchas veces a mí me gusta nadar y hablar con los peces, que con su vitalidad son un paisaje de movimientos lineares. Me adentro en lo más profundo del océano para ver a una gran amiga, la ballena, el gran pez universal, la gran obra. Me monto en su lomo y vivo un viaje de materia prima y nos acompañan los delfines panza arriba para que podamos leer nuestras vidas. ¡Cuántas charlas hemos tenido y seguiremos teniendo esos filosóficos delfines y yo en el mar de mis adentros, habitando en las aguas del deseo, ese líquido de oro que brilla en el arca de acuario!

Recuerdo con entusiasmo mi bautismo o la primera vez que me bañé en el agua de la vida. Fue en el Mar de la Purificación. Bueno, este es mi hogar, donde yo vivo con mi padre esperando que mis hermanos vengan. Yo sufro al ver a mi padre en la puerta mirando a lo lejos, a ver si sus hijos vuelven a reunirse para siempre. Mi fe está con él. ¡Bienvenido seas hermano!

Desde la Montaña Sagrada había caminos que bajaban a lo más profundo de los Mundos del Juego, pero eso es otra historia.

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